Por: María
Desde: Chiang Rai (Tailandia)
Seguimos con los saltos en el tiempo
(perdón por el desorden, pero muchas veces es complicado tener
tiempo libre suficiente y una conexión a internet decente para poder
ir actualizando el blog) y esta vez me salto todas nuestras etapas
pendientes para pasar directamente al día de ayer, y que así
tengáis alguna noticia nuestra más reciente y no perdáis
completamente el hilo de nuestro viaje.
Nos encontramos ahora mismo en uno de
los puntos más al norte de Tailandia, allí donde limita con las
fronteras de Laos al noreste y Myanmar (la antigua Birmania) al
noroeste. Esta pequeña ciudad, llamada Chiang Rai, no es una de las
etapas más destacadas de este viaje, pero tiene varios lugares de
interés en sus alrededores que merece la pena visitar.
Llegamos hasta aquí ayer (día 23)
temprano, después de haber salido de Chiang Mai a las 6 de la mañana
en un bus de 3 horas que a algunos nos supo a poco (esperábamos
aprovechar el trayecto para recuperar las cada vez más horas de
sueño perdido). A nuestra llegada nos esperaban en la estación los
conductores de las dos minivan que habíamos contratado a través del
hostel para que nos llevasen durante todo el día a los lugares que
queríamos visitar, en un tour privado que duró más o menos desde
las 9 de la mañana hasta las 5 y pico o 6 de la tarde.
Nuestra primera parada fue el famoso
Templo Blanco o Wat Rong Khun, un templo contemporáneo cuya
construcción se inició a finales de los 90 y sigue hoy en día.
Esta construcción, que combina elementos del budismo e hinduismo con
motivos ornamentales de la cultura popular más actual, es en
realidad más que un templo una gran escultura que derrocha
originalidad en cada uno de sus detalles.
Su color blanco hace que de lejos
provoque la ilusión de estar completamente construido en porcelana,
pero esta impresión se debe a la combinación del encalado y las
pequeñas incrustaciones de espejos.
Lo cierto es que podría resultar
bastante tétrico si no fuera por sus alegres colores. El artista, el
famoso Chalermchai Kositpipat, ha plasmado en la entrada la
transición por el infierno antes de alcanzar el cielo, con escenas
que resultan bastante impactantes.
Pero quizás el plato fuerte, lo que más llama la atención de los visitantes, son los frescos de su interior (en este caso no tanto por su calidad sino por su originalidad y su carácter atrevido). En sus paredes se pueden encontrar desde una escena representando el atentado del 11-S, a unas Converse, pasando por personajes como Superman, Spiderman, Doraemon, Keanu Reeves en Matrix, Jack Sparrow, Harry Potter, Lara Croft, Goku, o varios personajes de Star Wars. Todo clásicas escenas budistas, vaya.
Nuestra segunda parada del día nos llevó a visitar un poblado de la tribu de los Karen, más conocidos por las llamadas "mujeres jirafa". Si bien son originarias de Myanmar, en algunas zonas del norte de Tailandia es posible encontrar refugiadas de esta tribu, aunque en este caso han hecho del turismo su modo de vida y el hecho de que se dediquen únicamente a posar para las cámaras de los guiris durante todo el día y a vender sus artesanías en poblados que acaban pareciendo más un zoo que una aldea de verdad, le resta mucha autenticidad a la experiencia.
Además de los karen, en la zona también pudimos ver miembros de otras tribus, como los Akha (tribu indígena de las zonas montañosas de Tailandia, Myanmar, Laos y la provincia de Yunnan en China)
Las mujeres jirafa o padaung, que como decía pertenecen al grupo étnico de los karen, se caracterizan por los anillos dorados que rodean su cuello y que lo "alargan" varios centímetros. Estos adornos de latón en forma de anillo se ponen a las niñas al cumplir los 5 años, prolongando a lo largo de los años su extensión; lo que en realidad ocurre es que el peso de los anillos presiona lentamente su clavícula hacia abajo, produciendo la impresión de que su cuello se ha alargado.
Hay diferentes teorías sobre los motivos que impulsaron a esta tribu a iniciar esta costumbre. Las más popularmente extendidas (aunque poco probables) hablan de estos anillos como un medio de protección contra los ataques de los tigres, o como un sistema para "afear" a las mujeres y así evitar que fueran esclavizadas por otras tribus. Hoy en día, si se pregunta a las Padaung por los orígenes de esta tradición, se limitan a contestar que se debe a motivos estéticos.
Después de la visita a éstas y otras tribus, nos dirigimos a Mae Sai, el punto fronterizo entre Tailandia y Myanmar. Allí cerca de la frontera hay un pequeño templo desde el cual se pueden ver las vistas de dónde empieza el territorio birmano. Las vistas no son nada del otro mundo, pero resultan interesantes por aquello de haber llegado casi a tocar el territorio de otro país (bueno, un destino más para añadir a la lista de viajes pendientes)
Y, ya que el día iba de fronteras, nuestra última parada fue la que quizás sea una de las fronteras más interesantes del mundo: el llamado Triángulo de Oro. Éste es el lugar donde confluyen los ríos Mekong y Ruak, separando tres orillas diferentes, cada una perteneciente a un país: Myanmar (a la izquierda en la foto), Laos (orilla de la derecha en la imagen) y Tailandia (lugar desde donde tomamos la instantánea). Aunque ha disminuido considerablemente durante los últimos años, el Triángulo de Oro era tradicionalmente conocido por ser uno de los principales puntos de producción y tráfico de opio (y, de hecho, a día de hoy se puede visitar en este lugar un museo dedicado al opio).
La verdad es que las vistas son impresionantes ya de por sí por la belleza de los paisajes, pero el hecho de saber que además te encuentras a unos pocos metros de dos países diferentes lo convierte todavía en un lugar más especial.
Y, con esta etapa, finaliza nuestra expedición por el norte. Hoy tenemos por delante una laaarga peregrinación hacia el sur (avión, tren y ferry) para llegar a nuestro último destino: las islas de la región del bajo golfo. Nos esperan casi 10 días de disfrutar de algunas de las mejores playas del mundo, del buceo, y del descanso y la fiesta que nos hemos ganado en estas 5 semanas de ruta. Nuestra próxima entrega la escribiré tumbada en una hamaca al lado de la playa, y tomándome un cocktail a vuestra salud ;)