Por: María
Desde: Chiang Mai (Tailandia)
Como las entradas llegan cada vez con
más retraso y nuestras crónicas van ya casi 2 países por detrás
de la ruta, no nos queda más remedio que echar la vista atrás y
retroceder cerca de dos semanas para volver al punto en el que nos
encontrábamos a punto de entrar en territorio camboyano. Era por aquel entonces un miércoles, 8 de agosto.
En esta ocasión, para evitar otro
interminable trayecto en bus (aunque en el futuro aún nos quedarían
unos cuantos más) optamos por realizar un tour de dos días y cruzar
la frontera entre Vietnam y Camboya navegando por el Mekong, el río que
cruza todos los países de nuestra ruta (además de China y Myanmar).
Siguiendo las recomendaciones de varios foros y blogs de viajeros, contratamos el tour con The Sinh Tourist (el antes conocido como The Sinh Cafe), conocida agencia con sede en Ho Chi Minh. La verdad es que la atención al cliente deja mucho que desear, pero los precios son medianamente razonables comparadas con otras agencias (nos costaron los dos días unos 42 dólares por persona, aunque creo que recientemente han vuelto a subir el precio) y los servicios ofrecidos durante el tour son bastante correctos. En esta excursión tuvimos además un guía que, por su peculiar forma de hablar, fue probablemente una de las personas que más nos ha marcado durante este viaje (es una larga historia...)
El tour, con una duración de dos días, nos llevó de Ho Chi Minh, la gran urbe del sur de Vietnam, a la capital camboyana de Phnom Penh. El primer día realizamos un mini-crucero en una gran lancha motora, realizando diversas paradas para intentar vendernos todos los típicos productos para guiris (desde miel de la zona, a dulces de arroz inflado, pasando por delicatessen como el "whiskey del Mekong" o de cobra que ya mostré en alguna de las entradas anteriores).
Aquí el proceso de elaboración de los dulces de arroz inflado:
Y aquí Alba con el panal de abejas (muy rico el té con miel casera que nos dieron a probar después):
Aquí el proceso de elaboración de los dulces de arroz inflado:
Y aquí Alba con el panal de abejas (muy rico el té con miel casera que nos dieron a probar después):
Tras pasar la noche en la zona fronteriza de Chau Doc, el día siguiente realizamos un pequeño tour para visitar una aldea flotante de pescadores, en esta ocasión en pequeñas barcas de remos en las que montamos de dos en dos:
Sin ser una de las excursiones más interesantes, resulta curioso ver cómo viven los habitantes de estas improvisadas aldeas, cuyas casas emergen por doquier entre las aguas:
Uno de los aspectos más llamativos es que esta gente organiza toda su vida en torno al Mekong: en sus aguas lavan la ropa y los cacharros, se duchan... Es el lugar donde van a parar los residuos de su "váter" ¡y es, a falta del agua de lluvia, lo que beben!
Las condiciones de vida no son precisamente las mejores y, aunque algunos disponen de estas pequeñas viviendas de madera que se construyen sobre pilares en el agua, otros viven en sus propios barcos (los mismos que utilizan como medio de transporte y como lugar de intercambio de las mercancías que ofrecen), en ocasiones viviendo hacinada toda la familia e incluso compartiendo su escaso espacio con los animales domésticos.
Las condiciones de vida no son precisamente las mejores y, aunque algunos disponen de estas pequeñas viviendas de madera que se construyen sobre pilares en el agua, otros viven en sus propios barcos (los mismos que utilizan como medio de transporte y como lugar de intercambio de las mercancías que ofrecen), en ocasiones viviendo hacinada toda la familia e incluso compartiendo su escaso espacio con los animales domésticos.
Su principal forma de ganarse la vida (o más bien de ir sobreviviendo) es mayoritariamente la pesca. Algunos afortunados han conseguido montar piscifactorías bajo el suelo de su vivienda flotante (según nos comentó el guía, abunda el pez gato, que es luego vendido a países occidentales por un buen precio). Otros han improvisado pequeños corrales con gallinas u otros animales en mini-plataformas flotantes, o se dedican a obtener otros productos de la zona del río. Lo que generalmente hacen es poner en un pequeño mástil de su embarcación el producto que venden o intercambian, de modo que los que van en los otros barcos puedan verlo a primera vista y puedan acercarse si el producto en cuestión les interesa. También abundan lo que podríamos llamar restaurantes flotantes, ya que son señoras que van vendiendo en su barco productos ya cocinados listos para comer en el momento.
Muchos de los habitantes de estas aldeas flotantes arrastran además duras historias. Se trata en su mayoría de descendientes de vietnamitas que habían emigrado a Camboya y que, víctimas del genocidio cometido por Pol Pot y su ejército de los jemeres rojos (a esta negra etapa de la historia camboyana le dedicaré una entrada próximamente) tuvieron que volver a huir a la zona fronteriza entre Vietnam y Camboya. Sin la posibilidad de adquirir un terreno en el que instalarse, hicieron de las aguas del Mekong su hogar para siempre.
No obstante, pese a lo dura que pueda resultar su vida, la impresión general que nos causó es que se trata de gente amable y alegre, con una actitud y filosofía de vida mucho más relajadas y positivas que las de los agresivos vietnamitas del norte. Mucho podríamos aprender de ellos...
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