Por: María
Desde: Bangkok (Tailandia)
El orden de estas entradas parece cada
vez más aleatorio, y los saltos en el tiempo se suceden cada vez más
(tengo pendientes entradas, como la de los jemeres rojos en Camboya o
la de los templos de Angkor, que merecen que se les dedique mucho
tiempo). Espero que no os perdáis mucho con nuestro no-orden
cronológico, pero quiero volver a dar otro salto hacia adelante para
hablar del día de ayer en Bangkok.
En realidad, reconozco que hay poco que
comentar... No fue uno de esos días en los que aprendes grandes
lecciones de historia, ni nos rodeamos de fauna exótica, ni hicimos
locuras de aquellas que sabes que nunca olvidarás en tu vida. Fue un
día tranquilo, en el que las actividades turísticas más bien
brillaron por su ausencia. Y, sin embargo, para mí fue uno de los
mejores días del viaje.
Quizás sea porque, después de un mes
en ruta ajustándome el cinturón, necesitaba volver a darme algún
capricho. Quizás sea porque también necesitaba tener tiempo para mí
y pasar un día en familia... No obstante, aunque suscribo totalmente
aquello de que el dinero no da la felicidad, tengo que reconocer que
un poquito sí que ayuda: ¡qué bien se vive cuando uno puede darse
ciertos lujos!
Comenzamos el día dejando que nos
mimaran con un masaje tailandés de una hora en la turística calle
de Khaosan Road, la zona en la que estamos alojados:
Conseguimos encontrar un pequeño local apartado del bullicio, donde pudimos estar solas todo el tiempo que duró el masaje. Si mi memoria no me falla, este ha sido en realidad el primer masaje que me han dado, porque siempre he considerado este tipo de servicios como un lujo totalmente prescindible... pero prometo que no será el último de este viaje. Aunque el precio me pareció algo caro, teniendo en cuenta que por ejemplo en Laos el masaje de una hora costaba 4 dólares, lo cierto es que pagar 5 euros por la hora de masaje completo (te repasan entero, de pies a cabeza) sigue siendo un precio de risa comparándolo con España. Tenía entendido que el masaje tailandés, como requiere hacer bastante presión, podía resultar algo duro, pero he de decir que no dolía en absoluto y que salí de allí como nueva.
Además, por lo visto a la chica que me
dio el masaje le gustó bastante mi pelo y, por el mismo precio, la
tuve un rato entretenida:
Después del masaje subimos en un tuk
tuk y pusimos rumbo a la torre Baiyoke, la más alta de Bangkok.
Durante el camino nos pilló un diluvio impresionante, de los que
suelen caer una vez al día durante toda la estación lluviosa (por
suerte no suele durar más de unos 15 minutos):
La torre Baiyoke alberga entre otras
cosas un hotel y varios restaurantes de lujo. Decidimos darnos el
capricho del viaje y cenar en un restaurante buffet en la planta 81
de esta torre, y tengo que de decir que en el momento que entré
¡casi lloro de la emoción! ¡Esto sí que son vacaciones! Aquí nos veis colocándonos en nuestra
mesa junto a los ventanales:
Y mi más que evidente cara de felicidad:
La calidad de la comida quizás no era
sobresaliente, pero lo mejor era sin duda la variedad y la
presentación. Hice un esfuerzo sobrehumano por ir haciendo hueco en
mi estómago para seguir probando cosas (cenar nos llevó más de 3
horas), pero aún así no pude probar ni la cuarta parte de lo que
allí había. Esta comida, claro está, se agradeció muchísimo más
por el hecho de llegar después de un mes a dieta de platos de 1
dólar.
Parte de la barra de ensaladas:
Los crepes que te hacían al momento y te flambeaban (casi me quemo las pestañas con la llamarada):
Mi parte favorita... la barra de sushi:
Postres había para todos los gustos (crepes, helados, tartas, pasteles, fruta, fondue de chocolate, pudding y flanes, brownies, vasitos de diferentes tipos de postre mezclados, etc):
Incluida la fuente de chocolate:
Intentamos ir probando un poco de cada cosa, ¡pero cada vez era más complicado elegir!
Como los cocktails no estaban muy caros (unos 120 bahts, el equivalente a 3 euros) decidimos darnos también el capricho, porque era nuestra última noche en Bangkok, porque era nuestra despedida de la delegación norteamericana, y porque definitivamente el alcohol con estas vistas también sabe mejor:
Después subimos a la planta 84, donde
hay una plataforma giratoria de 360 grados semidescubierta desde la
que se pueden ver las vistas de toda la ciudad:
Y en la planta 77 hay una pequeña
exposición repleta de tonterías de esas que nos encantan a los
guiris para hacernos fotos:
La verdad es que, haciendo balance, el dinero de este pequeño lujo estuvo muy muy bien invertido. Cuando vimos que el precio era de 690 bahts tailandeses nos pareció un poco una burrada porque nos hemos acostumbrado a los precios irrisorios de estos países, pero convertido a euros nuestro banquete (incluidos la cena y las bebidas, la subida al mirador y el cóctel de después) salió en total ¡por 20 euros! Vamos, el dinero que te dejas en una cena de lo más normalita si vas al Vips o cualquier restaurante del estilo en España.
Y ya por la noche, volvimos a Khaosan para tomar juntos nuestras últimas cervezas y buckets de despedida:
Como nota al margen, y ya que al final me he convertido casi en la única autora de este blog, me voy a permitir la licencia de añadir un comentario muy personal. He de decir que el de ayer fue uno de los mejores días, pero también uno de los peores, porque las despedidas siempre son duras, y más cuando sabes que son despedidas largas y cuando se trata de gente tan importante para ti.
Alba, quiero que sepas que compartir esta experiencia contigo ha sido con diferencia lo mejor del viaje. Has sabido cuándo y cómo animarme cada vez que lo necesitaba, y compartidos contigo los momentos duros no lo han sido tanto; sin tu apoyo y tus consejos, este viaje no habría sido lo mismo. Espero que te queden tantos y tan buenos recuerdos como a mí, y que esta haya sido sólo la primera (bueno, la segunda si contamos la de hace dos años) de las muchas locuras que vivamos juntas. :)
Y Spencer, quiero darte también las gracias por tu infinita paciencia cada vez que decíamos tonterías sin sentido y bromas que no entendías en español, o cada vez que te tocaba pasar horas esperando sin saber por qué ni durante cuánto tiempo teníamos que esperar. No es fácil decidir unirse a un viaje en el que no conoces a nadie, y en el que todos hablan un idioma diferente al tuyo, así que admiro mucho tu valentía, y te agradezco mucho que quisieras acompañarnos en esta aventura. Aunque quizás te costase más participar en las conversaciones por la dificultad del idioma, creo de verdad que tu aportación al grupo ha sido muy muy positiva. ¡Espero que lo hayas pasado bien y que te haya gustado la experiencia! ¡Echaremos de menos a nuestro “ninja”!
A los dos os quiero decir que me
acordaré mucho de los momentos que vivimos juntos durante todo este
mes, ¡y espero que podamos volver a vernos pronto!
Menudo lujazo el vuestro...Esta parte me da más envidia que la aventura del Fasipan.
ResponderEliminarQue os siga bien el resto de vuestro viaje y disfrutadlo a tope