Por: María
Desde: Bangkok (Tailandia)
(Publico esta entrada, correspondiente a los días 2 y 3 de agosto, quedando pendientes de publicación las pocas fotos que pudimos hacer del tubing, ya que no llevábamos cámara sumergible).
Viajar en el sudeste asiático requiere
adaptarse a un ritmo de vida muy diferente al que estamos
acostumbrados a tener en España: cuando todas las atracciones
turísticas y muchos de los mercados finalizan su horario de visitas
como muy tarde a las 5, cuando en varios de los países los bares
nocturnos cierran sus barras antes de las 12 de la noche, y las
comidas que te ofrecen durante las excursiones son servidas incluso
antes de las 12 del mediodía, no queda más remedio que renunciar a
nuestro estilo de vida mediterráneo y acostumbrarse al ritmo
asiático. Es por ello que la tónica general en este viaje está
siendo levantarse más o menos temprano (aunque hasta ahora no hemos
tenido demasiados madrugones) y acostarse también relativamente
temprano; las ganas de fiesta nos la reservamos para la Full Moon
Party al final de nuestra aventura. No obstante, en esta ruta ha
habido un paréntesis, un lugar que ha marcado un antes y un después
en nuestra dinámica: la parada en Vang Vieng, la capital del tubing.
¿Cómo explicar el tubing? El concepto
es sencillo: cada participante es provisto de un “donut”
hinchable como los de los parques acuáticos, con el cual debe
dejarse deslizar río abajo, desde las afueras al norte de Vang Vieng
(el traslado en tuk tuk hasta el punto de partida corre a mano de los
organizadores del tubing y está incluido en el precio, de 55.000
VND) hasta llegar de vuelta al pueblo. Este concepto es sencillo, y
nada tiene de novedoso... Así que la pregunta es: ¿qué hacer para
darle más emoción? ¡Añadir a la ecuación grandes dosis de
alcohol!
Y es que, durante el primer tramo del
descenso, los bares se suceden agolpándose a ambas orillas del río.
Una vez comienzas a deslizarte río abajo (aunque en esta época del
año el ritmo es mucho más acelerado, y más que el “río lento”
de un parque acuático aquello parecen los rápidos de cualquier
parque temático), los chicos que trabajan para los distintos bares
se encargan de pescarte (sí, habéis leído bien: lo que hacen es
lanzarte como “anzuelo” una botella o algún objeto flotante
atado a una soga, de la que luego tiran para arrastrarte hasta la
orilla). En algún caso había incluso críos que se lanzaban al agua
para agarrar nuestros flotadores y nadar tirando de nosotros.
Lo que se lleva aquí es beber buckets:
pequeños cubos como los que se usan para jugar con la arena en la
playa, a rebosar de alcohol. En todos los bares abunda la buena
música, el buen ambiente, y otro tipo de “extras” para amenizar
el descenso: lianas y toboganes para lanzarse al agua, sprays para
decorarse la ropa, competiciones de beer pong, etc. Una vez que te
cansas de un bar, no tienes más que agarrar tu flotador, lanzarte de
nuevo al agua y esperar a volver a ser rescatado del agua en la
siguiente parada.
Obviamente, ésta no es sino una
turistada para mochileros borrachos, y una violación a cualquier
principio de seguridad (la mezcla de alcohol y corrientes fuertes de
agua no es muy oportuna, y de hecho cada año mueren varios turistas
practicando esta actividad), pero merece la pena vivir la experiencia
una vez: llamadme guiri, pero he de reconocer que llegué a verle su
encanto.
Recomiendo a aquellos que pasen por
esta zona de Laos que lo prueben, siempre tomando una serie de
precauciones y siendo plenamente consciente de los potenciales
peligros que hay: no se puede subestimar la fuerza de la corriente
(una de las ruteras, aun siendo socorrista, lo pasó bastante mal
intentando nadar a contracorriente y mantenerse a flote cuando se
lanzó a por un flotador que se nos había escapado río abajo... y
eso que iba perfectamente sobria); además, si hay poca gente puede
resultar un poco agobiante el último tramo del descenso porque no
hay ya ni bares ni gente rescatándote del agua, y por lo tanto no
está nada claro en qué momento hay que salir del agua (de hecho,
nosotros ya nos veíamos bajando el Mekong hasta Camboya en esos
flotadores... no en vano perdimos a dos miembros del grupo, que se
perdieron río abajo y aparecieron mucho más tarde en el hostel).
Por otro lado, hay que tener mucha precaución con los posibles robos
de flotadores (hay que comprobar siempre que hay suficientes
flotadores para todos en el bar, porque si te quedas sin ellos tienes
que pagar una multa de 60.000 VND, que se pagan al principio en forma
de depósito).
Pero la marcha en Vang Vieng no termina
en el tubing, sino que por la noche se traslada a los bares junto al
río (perfectos para tomar unas cervezas tumbados viendo capítulos
de Friends, que emiten ininterrumpidamente), y algo más tarde a los
clubs que se encuentran en la otra orilla del río. Gracias a las
recomendaciones de un chico al que habíamos conocido en nuestro
hostel de Luang Prabang, fuimos a uno llamado Bucket bar, donde
tenían happy hour de 9 a 9:30 y te daban uno de estos cubos de playa
a rebosar de alcohol ¡totalmente gratis!
Aunque Alba y yo nos retiramos más o
menos pronto (llevábamos de fiesta desde las 8 y pico de la tarde,
así que aguantar hasta las 12 y media nos pareció más que
razonable), nos comentaron que la fiesta se prolonga a altas horas de
la madrugada y que de hecho a las 4 todavía había bastante
ambientazo.
En definitiva, fue un excelente
entrenamiento para lo que nos espera en Koh Pha Ngan con la Full Moon
party dentro de unos días.
se os be muy pero que muy felices en las fotos!! sera con ayuda de los "buckets" bueno parece que fue un fieston de casi un dia. Un beso a seguir reportando
ResponderEliminar