martes, 14 de agosto de 2012

Vang Vieng (2ª parte) o cómo reinventar el concepto de fiesta

Por: María
Desde: Bangkok (Tailandia)

(Publico esta entrada, correspondiente a los días 2 y 3 de agosto, quedando pendientes de publicación las pocas fotos que pudimos hacer del tubing, ya que no llevábamos cámara sumergible).

Viajar en el sudeste asiático requiere adaptarse a un ritmo de vida muy diferente al que estamos acostumbrados a tener en España: cuando todas las atracciones turísticas y muchos de los mercados finalizan su horario de visitas como muy tarde a las 5, cuando en varios de los países los bares nocturnos cierran sus barras antes de las 12 de la noche, y las comidas que te ofrecen durante las excursiones son servidas incluso antes de las 12 del mediodía, no queda más remedio que renunciar a nuestro estilo de vida mediterráneo y acostumbrarse al ritmo asiático. Es por ello que la tónica general en este viaje está siendo levantarse más o menos temprano (aunque hasta ahora no hemos tenido demasiados madrugones) y acostarse también relativamente temprano; las ganas de fiesta nos la reservamos para la Full Moon Party al final de nuestra aventura. No obstante, en esta ruta ha habido un paréntesis, un lugar que ha marcado un antes y un después en nuestra dinámica: la parada en Vang Vieng, la capital del tubing.



¿Cómo explicar el tubing? El concepto es sencillo: cada participante es provisto de un “donut” hinchable como los de los parques acuáticos, con el cual debe dejarse deslizar río abajo, desde las afueras al norte de Vang Vieng (el traslado en tuk tuk hasta el punto de partida corre a mano de los organizadores del tubing y está incluido en el precio, de 55.000 VND) hasta llegar de vuelta al pueblo. Este concepto es sencillo, y nada tiene de novedoso... Así que la pregunta es: ¿qué hacer para darle más emoción? ¡Añadir a la ecuación grandes dosis de alcohol!

Y es que, durante el primer tramo del descenso, los bares se suceden agolpándose a ambas orillas del río. Una vez comienzas a deslizarte río abajo (aunque en esta época del año el ritmo es mucho más acelerado, y más que el “río lento” de un parque acuático aquello parecen los rápidos de cualquier parque temático), los chicos que trabajan para los distintos bares se encargan de pescarte (sí, habéis leído bien: lo que hacen es lanzarte como “anzuelo” una botella o algún objeto flotante atado a una soga, de la que luego tiran para arrastrarte hasta la orilla). En algún caso había incluso críos que se lanzaban al agua para agarrar nuestros flotadores y nadar tirando de nosotros.

Lo que se lleva aquí es beber buckets: pequeños cubos como los que se usan para jugar con la arena en la playa, a rebosar de alcohol. En todos los bares abunda la buena música, el buen ambiente, y otro tipo de “extras” para amenizar el descenso: lianas y toboganes para lanzarse al agua, sprays para decorarse la ropa, competiciones de beer pong, etc. Una vez que te cansas de un bar, no tienes más que agarrar tu flotador, lanzarte de nuevo al agua y esperar a volver a ser rescatado del agua en la siguiente parada.  



Obviamente, ésta no es sino una turistada para mochileros borrachos, y una violación a cualquier principio de seguridad (la mezcla de alcohol y corrientes fuertes de agua no es muy oportuna, y de hecho cada año mueren varios turistas practicando esta actividad), pero merece la pena vivir la experiencia una vez: llamadme guiri, pero he de reconocer que llegué a verle su encanto.

Recomiendo a aquellos que pasen por esta zona de Laos que lo prueben, siempre tomando una serie de precauciones y siendo plenamente consciente de los potenciales peligros que hay: no se puede subestimar la fuerza de la corriente (una de las ruteras, aun siendo socorrista, lo pasó bastante mal intentando nadar a contracorriente y mantenerse a flote cuando se lanzó a por un flotador que se nos había escapado río abajo... y eso que iba perfectamente sobria); además, si hay poca gente puede resultar un poco agobiante el último tramo del descenso porque no hay ya ni bares ni gente rescatándote del agua, y por lo tanto no está nada claro en qué momento hay que salir del agua (de hecho, nosotros ya nos veíamos bajando el Mekong hasta Camboya en esos flotadores... no en vano perdimos a dos miembros del grupo, que se perdieron río abajo y aparecieron mucho más tarde en el hostel). Por otro lado, hay que tener mucha precaución con los posibles robos de flotadores (hay que comprobar siempre que hay suficientes flotadores para todos en el bar, porque si te quedas sin ellos tienes que pagar una multa de 60.000 VND, que se pagan al principio en forma de depósito).

Pero la marcha en Vang Vieng no termina en el tubing, sino que por la noche se traslada a los bares junto al río (perfectos para tomar unas cervezas tumbados viendo capítulos de Friends, que emiten ininterrumpidamente), y algo más tarde a los clubs que se encuentran en la otra orilla del río. Gracias a las recomendaciones de un chico al que habíamos conocido en nuestro hostel de Luang Prabang, fuimos a uno llamado Bucket bar, donde tenían happy hour de 9 a 9:30 y te daban uno de estos cubos de playa a rebosar de alcohol ¡totalmente gratis!

Aunque Alba y yo nos retiramos más o menos pronto (llevábamos de fiesta desde las 8 y pico de la tarde, así que aguantar hasta las 12 y media nos pareció más que razonable), nos comentaron que la fiesta se prolonga a altas horas de la madrugada y que de hecho a las 4 todavía había bastante ambientazo.

En definitiva, fue un excelente entrenamiento para lo que nos espera en Koh Pha Ngan con la Full Moon party dentro de unos días.




1 comentario:

  1. se os be muy pero que muy felices en las fotos!! sera con ayuda de los "buckets" bueno parece que fue un fieston de casi un dia. Un beso a seguir reportando

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