sábado, 28 de julio de 2012

CÓMO PASAR LA NOCHE EN UN TREN VIETNAMITA


Por: María
Desde: Hanoi (Vietnam)

Para ir desde Hanoi a Sapa hay varios sistemas (trenes y “sleeper bus” ofertados por los hostels y agencias). Algunos de estos trenes, los express, son más lujosos y cómodos, y sus billetes sólo pueden adquirirse a través de agencias. En nuestro hostel nos ofrecían viajar en uno de estos trenes para turistas por unos 40 dólares por trayecto, en el caso de que optásemos por la más barata de las alternativas (es decir, por las camas menos cómodas).

Como decidimos que ese precio no se correspondía con nuestro ajustado presupuesto, compramos nosotros mismos los billetes en la estación del norte (en la terminal B) de Hanoi, que es desde donde salen estos trenes. Aunque para prevenir le pedimos a la chica del hostel que nos escribiera en vietnamita lo que queríamos comprar para poder mostrarlo en la ventanilla, la mujer de la estación que nos atendió hablaba inglés sin problema. Viajando en trenes locales y comprando los billetes nosotros mismos, nos salió por unos 30 dólares ida y vuelta.

Para la ida pudimos comprar billetes para el tren local que salía a las 10 de la noche, llegando a Lao Cai (es el pueblo al que llegan todos los trenes, a una hora en bus desde Sapa) a las 7 de la mañana. En esta ocasión viajábamos en literas duras: el tren se divide en pequeños compartimentos de 6 personas, con 3 literas en cada pared, que pueden cerrarse para tener mayor intimidad. Viajábamos 6 en un compartimento, y otros 4 en el contiguo con dos vietnamitas. Aquí podéis ver cómo era el tren:



A la vuelta tuvimos peor suerte, porque tuvimos que coger un tren que salía a las 6:40 de la tarde, llegando a Hanoi a las 4 de la mañana (lo cual era aún peor teniendo en cuenta que no teníamos hostel reservado para ese día). Además, en este caso no había literas, y viajamos en los asientos blandos ubicados en el vagón 1, que debía ser la clase superior... menos mal, porque los otros vagones no tenían aire acondicionado (las ventanas no tenían cristales, sino que eran rejillas para dejar correr el aire) y los asientos consistían en meros bancos de madera como los de los parques.



Recomiendo encarecidamente comprar la comida antes de ir a la estación. En los aledaños no venden nada que parezca mínimamente comestible que no sean galletas (estoy empezando a aborrecer las Oreo y sucedáneos). Algunos del grupo compraron pan y quesitos en las tiendas de los alrededores para hacerse un bocadillo... y cuando ya le habían hincado el diente, ¡descubrieron que estaban infestados de hormigas! Cris y yo, que compramos algo que parecía pan y salchichas en el tren, no tuvimos mucha mejor suerte: el pan tenía una crema líquida indescriptible en el interior que parecía ser dulce, y las salchichas no sé de qué estarían hechas, pero olían a comida de perro. ¡Cómo echamos de menos tener a mano un buen bote de ketchup para disfrazar el sabor! No obstante, como tengo un paladar poco exigente y no anda el presupuesto como para tirar comida, no dejamos ni una miga.


En fin, lo cierto es que dormir en estos trenes, con el incesante ir y venir de la gente que se va apeando y subiendo al tren en las paradas intermedias, resulta bastante complicado. Pero bueno, la diferencia de dinero sigue compensando, y en cualquier caso nadie dijo que la vida del mochilero fuera fácil...

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