Por: María
Desde: Hanoi (Vietnam)
Para ir desde Hanoi a Sapa hay varios
sistemas (trenes y “sleeper bus” ofertados por los hostels y
agencias). Algunos de estos trenes, los express, son más lujosos y
cómodos, y sus billetes sólo pueden adquirirse a través de
agencias. En nuestro hostel nos ofrecían viajar en uno de estos
trenes para turistas por unos 40 dólares por trayecto, en el caso de
que optásemos por la más barata de las alternativas (es decir, por
las camas menos cómodas).
Como decidimos que ese precio no se
correspondía con nuestro ajustado presupuesto, compramos nosotros
mismos los billetes en la estación del norte (en la terminal B) de
Hanoi, que es desde donde salen estos trenes. Aunque para prevenir le
pedimos a la chica del hostel que nos escribiera en vietnamita lo que
queríamos comprar para poder mostrarlo en la ventanilla, la mujer de
la estación que nos atendió hablaba inglés sin problema. Viajando
en trenes locales y comprando los billetes nosotros mismos, nos salió
por unos 30 dólares ida y vuelta.
Para la ida pudimos comprar billetes
para el tren local que salía a las 10 de la noche, llegando a Lao
Cai (es el pueblo al que llegan todos los trenes, a una hora en bus
desde Sapa) a las 7 de la mañana. En esta ocasión viajábamos en
literas duras: el tren se divide en pequeños compartimentos de 6
personas, con 3 literas en cada pared, que pueden cerrarse para tener
mayor intimidad. Viajábamos 6 en un compartimento, y otros 4 en el
contiguo con dos vietnamitas. Aquí podéis ver cómo era el tren:
A la vuelta tuvimos peor suerte, porque
tuvimos que coger un tren que salía a las 6:40 de la tarde, llegando
a Hanoi a las 4 de la mañana (lo cual era aún peor teniendo en
cuenta que no teníamos hostel reservado para ese día). Además, en
este caso no había literas, y viajamos en los asientos blandos
ubicados en el vagón 1, que debía ser la clase superior... menos
mal, porque los otros vagones no tenían aire acondicionado (las
ventanas no tenían cristales, sino que eran rejillas para dejar
correr el aire) y los asientos consistían en meros bancos de madera
como los de los parques.
Recomiendo encarecidamente comprar la
comida antes de ir a la estación. En los aledaños no venden nada
que parezca mínimamente comestible que no sean galletas (estoy
empezando a aborrecer las Oreo y sucedáneos). Algunos del grupo
compraron pan y quesitos en las tiendas de los alrededores para
hacerse un bocadillo... y cuando ya le habían hincado el diente,
¡descubrieron que estaban infestados de hormigas! Cris y yo, que
compramos algo que parecía pan y salchichas en el tren, no tuvimos
mucha mejor suerte: el pan tenía una crema líquida indescriptible
en el interior que parecía ser dulce, y las salchichas no sé de qué
estarían hechas, pero olían a comida de perro. ¡Cómo echamos de
menos tener a mano un buen bote de ketchup para disfrazar el sabor!
No obstante, como tengo un paladar poco exigente y no anda el
presupuesto como para tirar comida, no dejamos ni una miga.
En fin, lo cierto es que dormir en
estos trenes, con el incesante ir y venir de la gente que se va
apeando y subiendo al tren en las paradas intermedias, resulta
bastante complicado. Pero bueno, la diferencia de dinero sigue
compensando, y en cualquier caso nadie dijo que la vida del mochilero
fuera fácil...
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