lunes, 27 de agosto de 2012

Como pez en el agua: buceando en Koh Tao


Por: María
Desde: Koh Tao (Tailandia)

Nuestra aventura de ayer me ha llevado a una clara conclusión: bucear es una de esas experiencias que a nadie deja indiferente (o te encanta, o lo odias). Como la objetividad no existe, si esta entrada del blog la escribiese otro de mis compañeros, el texto sería bien diferente: os hablarían de cómo explorar las profundidades marinas de Koh Tao ha sido una de las mejores experiencias de su vida y cómo el buceo se ha convertido en una de sus grandes pasiones. Siendo yo la que se esconde tras la pantalla del ordenador, la historia es bien diferente. Y es que mi affair con los fondos marinos ha sido realmente efímero: bucear ha sido una de esas experiencias que durante este viaje he podido por fin tachar de mi lista de asuntos pendientes, pero que no tengo intención alguna de volver a repetir. 

Realmente el buceo puede que sea uno de los deportes más sencillos que existen. Cualquiera puede flotar con el chaleco de buceo, y mover las aletas arriba y abajo para impulsarse no tiene ningún misterio. Aunque después de un buen rato puede resultar un ejercicio agotador, el verdadero esfuerzo es únicamente mental, y es que el único secreto es tan sencillo como relajarse y dejarse llevar. Mi problema, como el de la mayoría de novatos que no disfrutan de la experiencia, fue que no fui capaz de relajarme disfrutando del entorno y olvidarme de la respiración: a veces sentía que cogía demasiado aire, a veces demasiado poco, en ocasiones demasiado rápido y en ocasiones demasiado lento. La sensación de agobio, como si no fuera capaz de respirar y necesitase volver a huir a la superficie, era constante (y el no regular la respiración supone no ser tampoco capaz de mantenerse a flote a un nivel constante, ya que al hinchar y vaciar los pulmones en exceso vas ganando y perdiendo flotabilidad y no paras de oscilar arriba y abajo). Añadid a eso un dolor de oídos a veces insufrible por el cambio de presión (y que hizo que me pasase el resto del día con una inflamación de oídos bastante molesta), y el hecho de pasar medio día metida en un barco que no paraba de balancearse a un lado y a otro (no es la mejor experiencia para alguien más o menos propenso al mareo).

Quisiera haber podido escribir sobre las maravillas que podéis encontrar en los fondos marinos de la que es una de las mecas del buceo a nivel mundial. Siempre os queda el preguntar a la mayoría de mis compañeros de aventura, y seguro que ellos os las pueden describir con todo lujo de detalle y os animan a vivir la experiencia del buceo. Yo, por mi parte, sólo puedo decir que no me arrepiento de haberlo probado; al fin y al cabo es una vivencia más que añadir a nuestro curriculum viajero, y estoy segura de que de toda experiencia se acaba aprendiendo algo útil. 

No puedo dejaros imágenes del fondo marino (pero seguro que si buscáis en google fotos de buceo en Koh Tao encontráis muy buenos ejemplos de lo que aquí se puede ver). Os dejo al menos algunas instantáneas de nuestros momentos previos:







domingo, 26 de agosto de 2012

En la Isla Tortuga (Koh Tao)

Por:  María
Desde: Koh Tao

Una vez más el cansancio ha podido conmigo y mis buenos propósitos de seguir actualizando el blog para recuperar las etapas de retraso, así que las crónicas sobre Camboya y la primera parte de Tailandia tendrán que seguir esperando. Entretanto, os dejo con unas imágenes de nuestros primeros dos días en el paraíso: Koh Tao, una pequeña isla de 21 km cuadrados en la costa este de Tailandia, famosa por ser uno de los principales destinos de buceo a nivel mundial.

Aquellos del grupo que no vamos a hacer el curso de submarinismo de 4 días para conseguir el certificado PADI (6 de nuestros compañeros ya empezaron ayer las clases, mucho más económicas que en España) empezaremos mañana a iniciarnos en la aventura del buceo. Mientras tanto, hemos dedicado estos dos primeros días a explorar las playas de la isla.

Aquí unas imágenes de nuestra playita:



Nuestra playa al caer el sol:



El medio de transporte más común en esta isla, el barco-taxi:


Mae Haad, una de las dos mayores playas de la isla (ésta está formada sobre todo por pequeñas calas, a las cuales en muchas ocasiones se llega atravesando resorts y zonas privadas de hoteles):


Excursión a los islotes de Nang Yuan, con las increíbles lenguas de arena que los conectan entre sí: 







Explorando todas las calas del oeste de la isla:




... Y hasta aquí el resumen en imágenes de nuestros dos primeros días en las playas tailandesas. ¡Intentaré seguir actualizando lo antes posible!

jueves, 23 de agosto de 2012

Una frontera y tres países: el Triángulo de Oro

Por: María
Desde: Chiang Rai (Tailandia)

Seguimos con los saltos en el tiempo (perdón por el desorden, pero muchas veces es complicado tener tiempo libre suficiente y una conexión a internet decente para poder ir actualizando el blog) y esta vez me salto todas nuestras etapas pendientes para pasar directamente al día de ayer, y que así tengáis alguna noticia nuestra más reciente y no perdáis completamente el hilo de nuestro viaje.

Nos encontramos ahora mismo en uno de los puntos más al norte de Tailandia, allí donde limita con las fronteras de Laos al noreste y Myanmar (la antigua Birmania) al noroeste. Esta pequeña ciudad, llamada Chiang Rai, no es una de las etapas más destacadas de este viaje, pero tiene varios lugares de interés en sus alrededores que merece la pena visitar.


Llegamos hasta aquí ayer (día 23) temprano, después de haber salido de Chiang Mai a las 6 de la mañana en un bus de 3 horas que a algunos nos supo a poco (esperábamos aprovechar el trayecto para recuperar las cada vez más horas de sueño perdido). A nuestra llegada nos esperaban en la estación los conductores de las dos minivan que habíamos contratado a través del hostel para que nos llevasen durante todo el día a los lugares que queríamos visitar, en un tour privado que duró más o menos desde las 9 de la mañana hasta las 5 y pico o 6 de la tarde.

Nuestra primera parada fue el famoso Templo Blanco o Wat Rong Khun, un templo contemporáneo cuya construcción se inició a finales de los 90 y sigue hoy en día. Esta construcción, que combina elementos del budismo e hinduismo con motivos ornamentales de la cultura popular más actual, es en realidad más que un templo una gran escultura que derrocha originalidad en cada uno de sus detalles.  

  


Su color blanco hace que de lejos provoque la ilusión de estar completamente construido en porcelana, pero esta impresión se debe a la combinación del encalado y las pequeñas incrustaciones de espejos.  




Lo cierto es que podría resultar bastante tétrico si no fuera por sus alegres colores. El artista, el famoso Chalermchai Kositpipat, ha plasmado en la entrada la transición por el infierno antes de alcanzar el cielo, con escenas que resultan bastante impactantes.  



Pero quizás el plato fuerte, lo que más llama la atención de los visitantes, son los frescos de su interior (en este caso no tanto por su calidad sino por su originalidad y su carácter atrevido). En sus paredes se pueden encontrar desde una escena representando el atentado del 11-S, a unas Converse, pasando por personajes como Superman, Spiderman, Doraemon, Keanu Reeves en Matrix, Jack Sparrow, Harry Potter, Lara Croft, Goku, o varios personajes de Star Wars. Todo clásicas escenas budistas, vaya.

Nuestra segunda parada del día nos llevó a visitar un poblado de la tribu de los Karen, más conocidos por las llamadas "mujeres jirafa". Si bien son originarias de Myanmar, en algunas zonas del norte de Tailandia es posible encontrar refugiadas de esta tribu, aunque en este caso han hecho del turismo su modo de vida y el hecho de que se dediquen únicamente a posar para las cámaras de los guiris durante todo el día y a vender sus artesanías en poblados que acaban pareciendo más un zoo que una aldea de verdad, le resta mucha autenticidad a la experiencia.


Además de los karen, en la zona también pudimos ver miembros de otras tribus, como los Akha (tribu indígena de las zonas montañosas de Tailandia, Myanmar, Laos y la provincia de Yunnan en China)



 Las mujeres jirafa o padaung, que como decía pertenecen al grupo étnico de los karen, se caracterizan por los anillos dorados que rodean su cuello y que lo "alargan" varios centímetros. Estos adornos de latón en forma de anillo se ponen a las niñas al cumplir los 5 años, prolongando a lo largo de los años su extensión; lo que en realidad ocurre es que el peso de los anillos presiona lentamente su clavícula hacia abajo, produciendo la impresión de que su cuello se ha alargado.



Hay diferentes teorías sobre los motivos que impulsaron a esta tribu a iniciar esta costumbre. Las más popularmente extendidas (aunque poco probables) hablan de estos anillos como un medio de protección contra los ataques de los tigres, o como un sistema para "afear" a las mujeres y así evitar que fueran esclavizadas por otras tribus. Hoy en día, si se pregunta a las Padaung por los orígenes de esta tradición, se limitan a contestar que se debe a motivos estéticos.



Después de la visita a éstas y otras tribus, nos dirigimos a Mae Sai, el punto fronterizo entre Tailandia y Myanmar. Allí cerca de la frontera hay un pequeño templo desde el cual se pueden ver las vistas de dónde empieza el territorio birmano. Las vistas no son nada del otro mundo, pero resultan interesantes por aquello de haber llegado casi a tocar el territorio de otro país (bueno, un destino más para añadir a la lista de viajes pendientes)



Y, ya que el día iba de fronteras, nuestra última parada fue la que quizás sea una de las fronteras más interesantes del mundo: el llamado Triángulo de Oro. Éste es el lugar donde confluyen los ríos Mekong y Ruak, separando tres orillas diferentes, cada una perteneciente a un país: Myanmar (a la izquierda en la foto), Laos (orilla de la derecha en la imagen) y Tailandia (lugar desde donde tomamos la instantánea). Aunque ha disminuido considerablemente durante los últimos años, el Triángulo de Oro era tradicionalmente conocido por ser uno de los principales puntos de producción y tráfico de opio (y, de hecho, a día de hoy se puede visitar en este lugar un museo dedicado al opio).


La verdad es que las vistas son impresionantes ya de por sí por la belleza de los paisajes, pero el hecho de saber que además te encuentras a unos pocos metros de dos países diferentes lo convierte todavía en un lugar más especial.



Y, con esta etapa, finaliza nuestra expedición por el norte. Hoy tenemos por delante una laaarga peregrinación hacia el sur (avión, tren y ferry) para llegar a nuestro último destino: las islas de la región del bajo golfo. Nos esperan casi 10 días de disfrutar de algunas de las mejores playas del mundo, del buceo, y del descanso y la fiesta que nos hemos ganado en estas 5 semanas de ruta. Nuestra próxima entrega la escribiré tumbada en una hamaca al lado de la playa, y tomándome un cocktail a vuestra salud ;)

domingo, 19 de agosto de 2012

Cuando la vida transcurre a otro ritmo: navegando por el Mekong

Por: María
Desde: Chiang Mai (Tailandia)

Como las entradas llegan cada vez con más retraso y nuestras crónicas van ya casi 2 países por detrás de la ruta, no nos queda más remedio que echar la vista atrás y retroceder cerca de dos semanas para volver al punto en el que nos encontrábamos a punto de entrar en territorio camboyano. Era por aquel entonces un miércoles, 8 de agosto. 

En esta ocasión, para evitar otro interminable trayecto en bus (aunque en el futuro aún nos quedarían unos cuantos más) optamos por realizar un tour de dos días y cruzar la frontera entre Vietnam y Camboya navegando por el Mekong, el río que cruza todos los países de nuestra ruta (además de China y Myanmar).



Siguiendo las recomendaciones de varios foros y blogs de viajeros, contratamos el tour con The Sinh Tourist (el antes conocido como The Sinh Cafe), conocida agencia con sede en Ho Chi Minh. La verdad es que la atención al cliente deja mucho que desear, pero los precios son medianamente razonables comparadas con otras agencias (nos costaron los dos días unos 42 dólares por persona, aunque creo que recientemente han vuelto a subir el precio) y los servicios ofrecidos durante el tour son bastante correctos. En esta excursión tuvimos además un guía que, por su peculiar forma de hablar, fue probablemente una de las personas que más nos ha marcado durante este viaje (es una larga historia...)

El tour, con una duración de dos días, nos llevó de Ho Chi Minh, la gran urbe del sur de Vietnam, a la capital camboyana de Phnom Penh. El primer día realizamos un mini-crucero en una gran lancha motora, realizando diversas paradas para intentar vendernos todos los típicos productos para guiris (desde miel de la zona, a dulces de arroz inflado, pasando por delicatessen como el "whiskey del Mekong" o de cobra que ya mostré en alguna de las entradas anteriores). 

Aquí el proceso de elaboración de los dulces de arroz inflado:


Y aquí Alba con el panal de abejas (muy rico el té con miel casera que nos dieron a probar después):


Tras pasar la noche en la zona fronteriza de Chau Doc, el día siguiente realizamos un pequeño tour para visitar una aldea flotante de pescadores, en esta ocasión en pequeñas barcas de remos en las que montamos de dos en dos:



Sin ser una de las excursiones más interesantes, resulta curioso ver cómo viven los habitantes de estas improvisadas aldeas, cuyas casas emergen por doquier entre las aguas:




Uno de los aspectos más llamativos es que esta gente organiza toda su vida en torno al Mekong: en sus aguas lavan la ropa y los cacharros, se duchan... Es el lugar donde van a parar los residuos de su "váter" ¡y es, a falta del agua de lluvia, lo que beben!

Las condiciones de vida no son precisamente las mejores y, aunque algunos disponen de estas pequeñas viviendas de madera que se construyen sobre pilares en el agua, otros viven en sus propios barcos (los mismos que utilizan como medio de transporte y como lugar de intercambio de las mercancías que ofrecen), en ocasiones viviendo hacinada toda la familia e incluso compartiendo su escaso espacio con los animales domésticos. 



Su principal forma de ganarse la vida (o más bien de ir sobreviviendo) es mayoritariamente la pesca. Algunos afortunados han conseguido montar piscifactorías bajo el suelo de su vivienda flotante (según nos comentó el guía, abunda el pez gato, que es luego vendido a países occidentales por un buen precio). Otros han improvisado pequeños corrales con gallinas u otros animales en mini-plataformas flotantes, o se dedican a obtener otros productos de la zona del río. Lo que generalmente hacen es poner en un pequeño mástil de su embarcación el producto que venden o intercambian, de modo que los que van en los otros barcos puedan verlo a primera vista y puedan acercarse si el producto en cuestión les interesa. También abundan lo que podríamos llamar restaurantes flotantes, ya que son señoras que van vendiendo en su barco productos ya cocinados listos para comer en el momento.



Muchos de los habitantes de estas aldeas flotantes arrastran además duras historias. Se trata en su mayoría de descendientes de vietnamitas que habían emigrado a Camboya y que, víctimas del genocidio cometido por Pol Pot y su ejército de los jemeres rojos (a esta negra etapa de la historia camboyana le dedicaré una entrada próximamente) tuvieron que volver a huir a la zona fronteriza entre Vietnam y Camboya. Sin la posibilidad de adquirir un terreno en el que instalarse, hicieron de las aguas del Mekong su hogar para siempre.

No obstante, pese a lo dura que pueda resultar su vida, la impresión general que nos causó es que se trata de gente amable y alegre, con una actitud y filosofía de vida mucho más relajadas y positivas que las de los agresivos vietnamitas del norte. Mucho podríamos aprender de ellos...